Y además deben tener una normativa clara y sencilla y favorecer un uso corresponsable, es decir, que se usen de manera sucesiva para que los hombres cuiden en solitario y pasen de ser padres ayudantes a padres corresponsables.
Un periodo prolongado de cuidado autónomo, cuando la madre ha vuelto al trabajo, provoca un aprendizaje en la cultura del cuidado, un fortalecimiento del apego padre-bebé y una mayor asunción de responsabilidades en el medio y largo plazo.
Un periodo prolongado de simultaneidad, en un contexto patriarcal, provoca que los hombres asuman un rol de cuidador auxiliar, en lugar de desempeñar un papel protagonista en el cuidado.
El análisis de los datos de registro de la Seguridad Social ha permitido calcular que:
Los hombres usan una media de 15,6 semanas
Una mayoría (más del 90%) usan las 16 semanas al completo
Sin embargo, en 2022, según la explotación de los daos de la Seguridad Social, los padres se tomaron en un 50% su permiso “del tirón” (las 6 semanas obligatorias y las 10 opcionales todas juntas), de manera simultánea a las madres.
Menos de un 20% de los padres se tomaron los permisos de tal forma que las 10 semanas que actualmente algunos pueden separar se usaran tras la vuelta de las madres a sus puestos de trabajo.
Esto no es un uso mayoritariamente corresponsable de los permisos, lo cual, sin embargo, era uno de los objetivos de la reforma. Este indeseado uso no corresponsable es consecuencia de las trampas de la ley, como la PPIINA pronosticó desde la promulgación del RD 06/2019.
Es necesario garantizar que los padres puedan turnarse el máximo tiempo del permiso para fomentar el rol de padres cuidadores principales, y no meros ayudantes.
Con los datos, se observa que la evaluación del diseño basada en la evidencia internacional es válida para España y que es necesario garantizar que los padres puedan turnarse el máximo tiempo del permiso para fomentar el rol de padres cuidadores principales, y no meros ayudantes.
Actualmente se fuerza a ambos progenitores a disfrutar simultáneamente de las 6 primeras semanas obligatorias del permiso, lo que dificulta que se turnen en el cuidado. La imposibilidad de turnarse estas seis semanas fomenta el rol de padre cuidador auxiliar o ayudante e impide alargar el tiempo de cuidado de las criatura en el hogar. Esto lleva a las madres a tener que pedir bajas y excedencias, precarizándolas.
Se debe bajar a dos semanas el periodo simultáneo forzoso y que el resto del permiso (14 semanas) se pueda fraccionar y disfrutar en diferido como cada familia decida, para un mejor cuidado de la criatura. Seis semanas seguirían siendo obligatorias para cada persona progenitora.
Si se quieren tomar las 10 semanas voluntarias separadas de las seis primeras semanas obligatorias, se necesita el acuerdo del empleador, cosa que no ocurría con la regulación anterior, lo que inhibe que los padres puedan alternar esas semanas con la madre y así alargar el tiempo de cuidado del bebé en el hogar.
Se obvia la relación asimétrica entre persona empleada y empleador y que los roles de género exigen a los padres estar disponibles para su puesto de trabajo. La opción que les queda para evitar perder la parte voluntaria es tomarla justo a continuación de las seis semanas obligatorias, todo junto, en un mismo periodo o dividirla según criterios de la empresa y no del cuidado del bebé. Los trabajadores con menor renta y poder de negociación son los que menos puede dividir el uso del permiso. Todo esto coarta la libertad de decisión de las familias, fomentando los roles tradicionales de género y perjudicando el interés superior de la criatura.