Esta política es indispensable para el cambio social, como elemento transformador para fomentar que los hombres se impliquen en los cuidados en mucha mayor medida que en la actualidad.
Es prioritaria para poner los cuidados en el centro de la vida de todas las personas, es fundamental para que las nuevas generaciones aprendan que los hombres cuidan tanto como las mujeres y que ellas están en el espacio público tanto como ellos, es esencial porque el cuidado en el hogar es la primera escuela de igualdad o desigualdad.
El momento del nacimiento o adopción de un bebé es clave en el reparto de tareas por eso es fundamental que los permisos sean realmente igualitarios.
Empezamos en 2005 pidiendo un permiso de paternidad intransferible para los hombres; después de 2008 añadimos la condición de que fuera de igual duración que el permiso por maternidad; más adelante añadimos la condición de que debería ser remunerado al 100% para que ninguna persona que cuida pierda sus recursos económicos. Esta característica es además básica para que los hombres se lo tomaran.
Desde 2018 añadimos que los permisos deben permitir y fomentar el uso sucesivo entre progenitores como condición necesaria para alcanzar la corresponsabilidad en la crianza.
Un uso no simultáneo del permiso fomenta aprender, hacerse responsable del cuidado e incorporarlo a lo largo del ciclo vital.
Es necesario que se garanticen las plazas desde el día siguiente al que se termina el permiso por nacimiento retribuido al 100%.
Esto, en primer lugar, permite garantizar el derecho a la educación de toda la infancia y asegurar el cuidado más allá de la situación familiar.
Además, aunque no impacta directamente en la implicación de los hombres en el cuidado, sí indirectamente porque las madres pueden mantener sus empleos y ser económicamente independientes.
Cuando las madres trabajan fuera del hogar y tienen menos disponibilidad horaria, los hombres se implican más en los cuidados.
El tiempo es el recurso más escaso. Es necesario hacer una reestructuración social del uso de los tiempos para que todas las personas puedan tener más tiempo para el cuidado.
Unas jornadas de 35 horas para toda la población con salarios a tiempo completo llevaría a una reducción sustancial del tiempo parcial/reducción de jornada femenina. Y llevaría a un incremento de horas disponibles de los hombres para el cuidado, especialmente si se materializa en jornadas diarias más cortas.
Este componente y la salida total del mercado de trabajo son elementos centrales para explicar la fuerte brecha de género en la implicación en el cuidado y en la penalización por maternidad, que explica una gran parte de las brechas de género en ingresos laborales y pensiones.
La incorporación de los hombres en el cuidado infantil les abre las puertas a todos los cuidados.
Los servicios públicos de cuidado de larga duración son esenciales para cubrir parte del cuidado a las personas mayores y/o con alguna discapacidad. El cuidado a lo largo de todo el ciclo vital es esencial que sea cubierto, más allá de la situación familiar y económica de cada persona, de tal forma que se garantice una vida digna y con la mayor autonomía posible a la persona cuidada a la vez que se garantiza el bienestar y las condiciones laborales de quienes cuidan.
Las mujeres y los hombres que cuidan a personas mayores o con enfermedades, así como quienes reciben el cuidado en la vejez, muchas de ellas mujeres, necesitan un soporte colectivo, una política pública, que garantice las condiciones necesarias para el desarrollo de sus vidas, especialmente en los momentos más vulnerables.
Permiten reducir las tasas de pobreza infantil tan elevadas que existen y cubrir parte de los costes adicionales creados por la crianza.
Con un sistema fiscal progresivo que incluya las prestaciones se puede hacer una cobertura universal que aporte más a quienes más lo necesitan y se garantice la cobertura de todos los menores de edad.